domingo, 31 de enero de 2010

Capítulo 3



La calle es un mosaico de gente, que deambula de un lado para otro, todos con la mirada perdida, distraída, nadie se fija en nadie.
Leonora siente la inminencia de la noche, la oscuridad que inunda las calles con sus sombras. Éste es su momento, porque ahora es ella misma, y no un espectro que vagabundea por las calles de Málaga buscando algo que nunca puede encontrar, la vida.

Aguarda a que la gente vuelva a sus casas, a que las tiendas apaguen las luces, a que sólo queden los que, como ella, son sombras que abordan la noche como si fuera el día y huyen del el día como si fuera noche.
El reloj de la plaza de la Constitución marca las 11 de la noche, Leonora se prepara para ir de caza, en busca de los incautos que no saben realmente quién es ni qué quiere de ellos.

Ella, ellos y aquello que busca…con la ansiedad de la vida, con la urgencia de saberse muerta si no lo encuentra.
Observa en la lejanía una pareja que discute. Ella es una chica rubia de unos 20 años, él tiene el pelo castaño y algunos años más. No son de su especie. Se nota en la aversión que tienen a la oscuridad.

Avanza unos pasos, ellos no pueden verla emboscada en esta bocacalle oscura de calle Nueva. Ya puede sentir el aroma de la sangre caliente que fluye por las venas, el palpitar de sus corazones… De inmediato, un apetito voraz invade todo su cuerpo con un impulso incontrolable de poseer sus vidas.

Se abalanza sobre el chico y le cercena el cuello con un escalpelo, huele su sangre fresca durante un segundo y vuelve la mirada hacia su acompañante. La chica intenta huir pero Leonora la atrapa por detrás y la derriba, y con el escalpelo le rasga la garganta, la sangre mancha su ropa. Vierte el precioso elixir de la vida en un cuenco para luego pasarlo con cuidado a una botella. Cuando está a punto de exprimir hasta la última gota siente detrás suya unos pasos, alguien se acerca. Son dos policías que la sorprenden trabajando afanosamente sobre el cuerpo con la frialdad de un médico forense. Leonora se aleja rápidamente de la víctima. Los policías le pisan los talones, han avisado por radio. Deberá improvisar un plan de huida. Una noche de luna llena no es un buen refugio para una sombra que escapa.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

martes, 8 de diciembre de 2009

Capítulo 2




Las luces de la navidad iluminan las calles como luciérnagas en la noche. A estas horas sólo las sombras deambulan por la ciudad. Entre la penumbra de un callejón infecto distingue su casa, un local que alquila por poco dinero. De un tirón fuerte abre la persiana que hace las veces de puerta principal. Junto con las telarañas y el polvo, dentro la espera una soledad de color gris. Penetra en la oscuridad contando los pasos, con la misma seguridad con que un murciélago planea en una cueva. Enciende los candelabros que hay encima de una cómoda. La cálida luz de las velas le molesta menos a sus ojos que la impersonal luz de una bombilla.


En mitad del local tiene un sofá viejo, allí coloca al gatito, encima de unas mantas con olor a antiguo, que sigue maullando desconsoladamente, dolorido por la pedrada recibida. Se dirige al cuarto de baño para coger unas vendas y desinfectante. El minino se arquea al verla llegar.
-No te pasará nada.
El amor con que cura la herida lo relaja definitivamente. Luego con sumo cuidado venda la pata lastimada.

El gatito se queda dormido de inmediato. Aprovechando la tregua, ella se acerca hasta su cama, un auténtico remolino de mantas, y es que hace demasiados días que no la hace. Se tumba un rato y coge el libro que tiene en la mesilla de noche, las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury. Es la quinta o la sexta vez que lo lee, y siempre ha obtenido la misma conclusión: el peor enemigo del ser humano es él mismo. El hombre no necesita nada ni nadie para destruir un sueño, una vida o un planeta, solamente sus manos y su avaricia.
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sábado, 21 de noviembre de 2009

Capítulo 1



En la oscuridad se distinguen las siluetas de una manada de gatos, sobre los muros una algarabía de sombras chinescas. Un edificio medio derruido les sirve de refugio y un hedor a abandono y colchones mojados, de bandera.

El sonido de alguien que se aproxima los pone en alerta, puede ser la anciana que cada noche les lleva comida. Pero la primera piedra es la señal inicial de alarma, la sorpresa. La segunda piedra alcanza a uno de los gatos más jóvenes, que resulta herido. Ya no caen de una en una, es una verdadera tormenta de cascotes. Todos salen huyendo excepto el herido, que maúlla desconsolado pidiendo ayuda. Un muchacho se le acerca, en la mano lleva un palo y en sus ojos color rencor se refleja lo que va a hacer. Levanta el madero en dirección del gato caído.

Entonces ocurre lo imposible. Porque parece imposible que una mano de mujer pueda detenerlo justo en ese instante. Oculta en la fría oscuridad empuja al chico al suelo y lo derriba, que asombrado no reacciona. Ella coge el gato en sus brazos sin que éste oponga resistencia y después lanza una mirada acerada contra los agresores, toda la rabia que crece en su interior disparada con certera puntería.

La gravedad de la noche oculta su retirada, no habrá nadie capaz de verla.
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martes, 10 de noviembre de 2009

Capítulo 51



Hace tiempo que mi vida es igual, un rosario de imágenes pasadas que desgrano con cierta apatía. Todos los que amaba han desaparecido como barridos por el viento, no queda nada, sólo mi vida, esta vida que he elegido. Ya no hay vuelta atrás, tan sólo estas tinieblas que me envuelven. Y, por supuesto, la ciudad.


Siento la ciudad como una extraña.

El mundo ha cambiado tanto en los últimos cien años que no lo reconozco, los edificios y las calles ya no son los mismos y las personas visten de manera muy diferente. Echo de menos el sonido de los viejos carruajes sobre el adoquinado y la presencia noble del caballo. Mis sentidos se rinden a la evidencia de lo absurdo, de lo que no consigo entender. Desde aquí sólo puedo verme frente a ese abismo que se abre bajo mis pies, una corriente de agua color gris que igualaría toda mi existencia, que transformaría esta realidad en otra historia.

La ciudad, una extraña que intenta hacerme olvidar lo que soy. Lucho contra ella y contra mí. Sentada al borde del puente, estoy cansada de tanta batalla.
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sábado, 7 de noviembre de 2009

CAPITULO 50 (más el resto de capítulos)




Capítulo 50
Todo estaba por hacer, pero ella seguía cruzada de brazos.
Sentada. Al borde del puente.

Capítulo 51
Hace tiempo que mi vida es igual, un rosario de imágenes pasadas que desgrano con cierta apatía. Todos los que amaba han desaparecido como barridos por el viento, no queda nada, sólo mi vida, esta vida que he elegido. Ya no hay vuelta atrás, tan sólo estas tinieblas que me envuelven. Y, por supuesto, la ciudad.

Siento la ciudad como una extraña.

El mundo ha cambiado tanto en los últimos cien años que no lo reconozco, los edificios y las calles ya no son los mismos y las personas visten de manera muy diferente. Echo de menos el sonido de los viejos carruajes sobre el adoquinado y la presencia noble del caballo. Mis sentidos se rinden a la evidencia de lo absurdo, de lo que no consigo entender. Desde aquí sólo puedo verme frente a ese abismo que se abre bajo mis pies, una corriente de agua color gris que igualaría toda mi existencia, que transformaría esta realidad en otra historia.

La ciudad, una extraña que intenta hacerme olvidar lo que soy. Lucho contra ella y contra mí. Sentada al borde del puente, estoy cansada de tanta batalla.


Capítulo 1
En la oscuridad se distinguen las siluetas de una manada de gatos, sobre los muros una algarabía de sombras chinescas. Un edificio medio derruido les sirve de refugio y un hedor a abandono y colchones mojados, de bandera.

El sonido de alguien que se aproxima los pone en alerta, puede ser la anciana que cada noche les lleva comida. Pero la primera piedra es la señal inicial de alarma, la sorpresa. La segunda piedra alcanza a uno de los gatos más jóvenes, que resulta herido. Ya no caen de una en una, es una verdadera tormenta de cascotes. Todos salen huyendo excepto el herido, que maúlla desconsolado pidiendo ayuda. Un muchacho se le acerca, en la mano lleva un palo y en sus ojos color rencor se refleja lo que va a hacer. Levanta el madero en dirección del gato caído.

Entonces ocurre lo imposible. Porque parece imposible que una mano de mujer pueda detenerlo justo en ese instante. Oculta en la fría oscuridad empuja al chico al suelo y lo derriba, que asombrado no reacciona. Ella coge el gato en sus brazos sin que éste oponga resistencia y después lanza una mirada acerada contra los agresores, toda la rabia que crece en su interior disparada con certera puntería.

La gravedad de la noche oculta su retirada, no habrá nadie capaz de verla.

Capítulo 2
Las luces de la navidad iluminan las calles como luciérnagas en la noche. A estas horas sólo las sombras deambulan por la ciudad. Entre la penumbra de un callejón infecto distingue su casa, un local que alquila por poco dinero. De un tirón fuerte abre la persiana que hace las veces de puerta principal. Junto con las telarañas y el polvo, dentro la espera una soledad de color gris. Penetra en la oscuridad contando los pasos, con la misma seguridad con que un murciélago planea en una cueva. Enciende los candelabros que hay encima de una cómoda. La cálida luz de las velas le molesta menos a sus ojos que la impersonal luz de una bombilla.

En mitad del local tiene un sofá viejo, allí coloca al gatito, encima de unas mantas con olor a antiguo. Sigue maullando desconsoladamente, dolorido por la pedrada recibida. Se dirige al cuarto de baño para coger unas vendas y desinfectante. El minino se arquea al verla llegar.
-No te pasará nada.
El amor con que cura la herida lo relaja definitivamente. Luego con sumo cuidado venda la pata lastimada.

El gatito se queda dormido de inmediato. Aprovechando la tregua, ella se acerca hasta su cama, un auténtico remolino de mantas, y es que hace demasiados días que no la hace. Se tumba un rato y coge el libro que tiene en la mesilla de noche, las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury. Es la quinta o la sexta vez que lo lee, y siempre ha obtenido la misma conclusión: el peor enemigo del ser humano es él mismo. El hombre no necesita nada ni nadie para destruir un sueño, una vida o un planeta, solamente sus manos y su avaricia.

Capítulo 3
La calle es un mosaico de gente, que deambula de un lado para otro, todos con la mirada perdida, distraída, nadie se fija en nadie.Leonora siente la inminencia de la noche, la oscuridad que inunda las calles con sus sombras. Éste es su momento, porque ahora es ella misma, y no un espectro que vagabundea por las calles de Málaga buscando algo que nunca puede encontrar, la vida.
Aguarda a que la gente vuelva a sus casas, a que las tiendas apaguen las luces, a que sólo queden los que, como ella, son sombras que abordan la noche como si fuera el día y huyen del el día como si fuera noche.
El reloj de la plaza de la Constitución marca las 11 de la noche, Leonora se prepara para ir de caza, en busca de los incautos que no saben realmente quién es ni qué quiere de ellos.
Ella, ellos y aquello que busca…con la ansiedad de la vida, con la urgencia de saberse muerta si no lo encuentra.
Observa en la lejanía una pareja que discute. Ella es una chica rubia de unos 20 años, él tiene el pelo castaño y algunos años más. No son de su especie. Se nota en la aversión que tienen a la oscuridad.
Avanza unos pasos, ellos no pueden verla emboscada en esta bocacalle oscura de calle Nueva. Ya puede sentir el aroma de la sangre caliente que fluye por las venas, el palpitar de sus corazones… De inmediato, un apetito voraz invade todo su cuerpo con un impulso incontrolable de poseer sus vidas.
Se abalanza sobre el chico y le cercena el cuello con un escalpelo, huele su sangre fresca durante un segundo y vuelve la mirada hacia su acompañante. La chica intenta huir pero Leonora la atrapa por detrás y la derriba, y con el escalpelo le rasga la garganta, la sangre mancha su ropa. Vierte el precioso elixir de la vida en un cuenco para luego pasarlo con cuidado a una botella. Cuando está a punto de exprimir hasta la última gota siente detrás suya unos pasos, alguien se acerca. Son dos policías que la sorprenden trabajando afanosamente sobre el cuerpo con la frialdad de un médico forense. Leonora se aleja rápidamente de la víctima. Los policías le pisan los talones, han avisado por radio. Deberá improvisar un plan de huida. Una noche de luna llena no es un buen refugio para una sombra que escapa.

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viernes, 30 de octubre de 2009

Recordatorio

Como las entradas más antiguas quedan abajo y las más recientes arriba, en la entrada superior colocaré todos los capítulos en su orden para que cualquiera pueda leerlos todos seguidos.

Así mismo, estoy subiendo esta misma historia en el Foro especializado en literatura de género, SEDICE. Así que si queréis ver los comentarios que allí hacen otros foreros, sólo tenéis que entrar en el enlace:

http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&t=39113&highlight=

Que os sea de provecho la lectura. Un saludo de Vanessa Benítez Jaime.