martes, 10 de noviembre de 2009

Capítulo 51



Hace tiempo que mi vida es igual, un rosario de imágenes pasadas que desgrano con cierta apatía. Todos los que amaba han desaparecido como barridos por el viento, no queda nada, sólo mi vida, esta vida que he elegido. Ya no hay vuelta atrás, tan sólo estas tinieblas que me envuelven. Y, por supuesto, la ciudad.


Siento la ciudad como una extraña.

El mundo ha cambiado tanto en los últimos cien años que no lo reconozco, los edificios y las calles ya no son los mismos y las personas visten de manera muy diferente. Echo de menos el sonido de los viejos carruajes sobre el adoquinado y la presencia noble del caballo. Mis sentidos se rinden a la evidencia de lo absurdo, de lo que no consigo entender. Desde aquí sólo puedo verme frente a ese abismo que se abre bajo mis pies, una corriente de agua color gris que igualaría toda mi existencia, que transformaría esta realidad en otra historia.

La ciudad, una extraña que intenta hacerme olvidar lo que soy. Lucho contra ella y contra mí. Sentada al borde del puente, estoy cansada de tanta batalla.
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